Desengaño:
(Escucho el río de las colecciones mientras todo está iluminado)
Nada más nacer, la boca del río queda muy lejos.
Tanto, que es absurdo preguntarse cómo ni por qué, o por qué no.
A medio curso, la pregunta acerca de cuántas veces más se
secará el cauce antes de llegar a la desembocadura, se hace
imposible de no formular.
Mientras tanto, los ángeles se asoman al balcón del desengaño,
cuando uno no dea de hacer otra cosa más que encharcarse
las mejillas para intentar bañar en vano el seco lecho del río.
El mismo río que, cansado de florecer, no tarda en seguir su curso
y no duda un instante en dejarme varado;
Mecido por mis dudas hasta la orilla.
2009
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